Si te apetece pasar un fin de semana por la Ruta del Vino Ribera del Duero, pero ya has visto los lugares más conocidos, hemos preparado este post para que puedas descubrir otros municipios y disfrutar de nuestra tierra con otra perspectiva.
1. Castrillo de Duero— El pueblo de “El Empecinado”
Castrillo de Duero es la localidad más oriental de la provincia de Valladolid. Su mayor atractivo está ligado a la figura histórica de Juan Martín Díez, «El Empecinado». Nacido en 1775 en este pequeño pueblo, su nombre y legado han perdurado a lo largo de los siglos, siendo un símbolo de resistencia y lucha por la libertad.
El apodo «empecinado» está directamente relacionado con la «pecina», el lodo oscuro y espeso que abundaba en el arroyo Botijos, que atraviesa el pueblo. Con el tiempo, este sobrenombre, tan ligado a la naturaleza del lugar, terminó convirtiéndose en un símbolo de la tenacidad y perseverancia de Juan Martín Díez, quien llevó ese espíritu a su máxima expresión durante la Guerra de la Independencia en 1808.
En el centro del pueblo, la plaza del Ayuntamiento está dominada por una escultura de este guerrillero. Además, uno de los momentos más especiales de su vida, y que sigue vivo en la memoria colectiva del pueblo, es su boda con Catalina de la Fuente, vecina de Fuentecén. Este evento se sigue celebrando como una representación teatral que involucra a los lugareños, quienes cada año la interpretan con orgullo, transportando a los visitantes a otra época.
Para aquellos interesados en profundizar en la vida y obra de «El Empecinado», el Centro de Interpretación dedicado a su figura ofrece una visita los fines de semana. Allí, puedes explorar documentos, objetos y relatos que te sumergirán en la apasionante historia de un hombre que se convirtió en leyenda.
2. Olivares de Duero— Paisajes junto al Duero
A tan solo 38 kilómetros de Valladolid, en la margen derecha del río Duero, se encuentra un rincón ribereño que guarda en sus entrañas historia, arte y tradición: Olivares de Duero.
Uno de los mayores orgullos del pueblo es su iglesia parroquial de San Pelayo. Este majestuoso edificio gótico, declarado Bien de Interés Cultural en 1979, alberga obras de algunos de los nombres más célebres del arte sacro. Aquí, podrás admirar las creaciones del renombrado Juan de Juni, así como las obras de los talleres de Diego Valentín Díaz y Gregorio Fernández, y del enigmático Maestro de Olivares.
Siguiendo con el patrimonio, en pleno casco urbano, se alza la Ermita de Nuestra Señora de la Virgen de la Estrella, un lugar de devoción donde se custodia la imagen de la patrona del pueblo.
Además, el pueblo también cuenta con un edificio peculiar que llama la atención de los curiosos: «El Mesón». Este histórico lugar tiene fama de haber albergado a reyes como Carlos V durante sus temporadas en la región, añadiendo un toque de nobleza y misterio a las calles de Olivares.
Llama mucho la atención su puente renacentista de siete arcos, mandado construir por los Reyes Católicos en el siglo XVI y que une Olivares de Duero con Quintanilla de Onésimo.
Para los amantes de la naturaleza, Olivares de Duero ofrece un entorno perfecto para disfrutar de senderismo. Rutas como la de la Ribera, la Atalaya o las Solanas permiten a los visitantes explorar paisajes ribereños llenos de encanto, donde cada paso revela un nuevo rincón por descubrir.
Para aquellos que deseen descubrir todo lo que Olivares de Duero tiene para ofrecer, el pueblo cuenta con una Oficina de Turismo estacional, donde recibirás toda la información y recomendaciones para aprovechar al máximo tu visita.
3. Valcabado de Roa— El balcón de la Ribera
En el ángulo suroeste de la provincia de Burgos, en uno de los puntos donde más viñedo de la Ribera del Duero podemos encontrar, nos topamos con un rincón que parece sacado de un cuadro: Valcabado de Roa.
Este pintoresco pueblo, encaramado a 900 metros de altura sobre un terrazgo ocre, se alza como un verdadero balcón natural, ofreciendo unas vistas únicas de la zona. Se conoce como «el Balcón de la Ribera», pues desde su mirador se puede abarcar parte de seis provincias, convirtiendo cada amanecer y atardecer en un espectáculo inolvidable.
Una curiosidad de este lugar es que las calles de Valcabado de Roa se agrupan longitudinalmente a lo largo de la cornisa del páramo, ofreciendo desde sus ventanas un increíble paisaje. Otro detalle que llama la atención en este lugar es su singular conjunto de aleros, que se despliegan como sombreros protectores sobre los tejados de las casas.
Un rincón especial en el pueblo es la agrupación de bodegas tradicionales situadas en un pequeño bosquecillo de quejigos, justo a la izquierda de la carretera de acceso. Estas bodegas, con sus puertas de madera y techos de tierra, son una auténtica postal que muestra la tradición vinícola del lugar.
Para los amantes del senderismo y la bicicleta, Valcabado de Roa ofrece una experiencia imperdible: el sendero «entre el aire y el remanso». Este camino conecta a la localidad con su vecina Pedrosa de Duero, y transcurre por paisajes tranquilos y evocadores, perfectos para una jornada de exploración al aire libre, ya sea a pie o en bicicleta.
4. Adrada de Haza— Un Torreón de origen vacceo
Adrada de Haza es una villa histórica que invita a sumergirse en un viaje por el tiempo y la naturaleza. Uno de los primeros lugares que debes visitar en Adrada de Haza es la Iglesia Parroquial de Santa Columba. Este impresionante templo alberga en su interior un tesoro artístico: un retablo del siglo XVI con 18 tablas y una talla de Santa Columba, realizado por la renombrada escuela de Juan de Juni.
Cerca de allí, se encuentra la ermita románica del Cristo de los Remedios, un lugar que emana tranquilidad y espiritualidad. Y si te apetece un paseo relajante, no te pierdas el Humilladero.
Pero Adrada de Haza no solo es historia, también es un sitio ideal para disfrutar de la naturaleza. La zona recreativa «Entrambasaguas – Vadillo» es perfecta para pasar un día en familia, rodeado de verdes paisajes y aire puro. Aquí, los más pequeños pueden correr y jugar mientras los adultos disfrutan de un buen picnic.
Otra parada obligatoria es la fuente «del Hambre”. Se dice que sus aguas diuréticas tienen la peculiar propiedad de despertar el apetito, tanto que quien bebe de ella no puede resistirse a detenerse a comer en el lugar.
Adrada de Haza también guarda secretos de tiempos antiguos. El torreón que se alza en el emplazamiento de «La Casa de los Moros» es un vestigio del pasado que conecta la villa con su historia vaccea. Este torreón fue construido utilizando las lajas de piedra caliza de la muralla de un antiguo castro vacceo, que fue desmantelada casi hasta sus cimientos para dar vida a esta nueva estructura. La construcción del torreón, que requirió un enorme esfuerzo técnico y económico, sugiere la existencia de un poder sólido y bien establecido en la región durante ese periodo.
5. Rejas de San Esteban – Conjunto Histórico Artístico
A tan solo 9 kilómetros de San Esteban de Gormaz, se encuentra Rejas de San Esteban, una joya escondida en la Ribera del Duero soriana que ha sido reconocida como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico Artístico desde 2007.
En cuestiones arquitectónicas, Rejas de San Esteban sigue el modelo clásico de asentamiento de la Edad Media, con un castillo que domina el paisaje desde lo alto de un cerro, y calles que se despliegan en dirección este-oeste a partir de la Calle Real.
Este pueblo está enclavado entre dos cerros que custodian su pasado: El Castillo y La Loma. El primero, lugar donde se alzaba una fortificación musulmana, esconde en su interior galerías subterráneas que han revelado tumbas, vestigios de un pasado cargado de historia. Mientras tanto, desde La Loma se puede observar el serpenteante cauce del río Rejas o Madre, que fluye hasta encontrarse con el Duero.
Entre sus vestigios históricos, se cree que en el Pico Ribaribaldo pudo existir una atalaya musulmana que mantenía comunicación visual con el Castillo de Alcozar y la atalaya de Quintanilla de Tres Barrios, creando una red de vigilancia en la región.
Uno de los mayores tesoros de Rejas de San Esteban se encuentran sus dos templos, excepcionales ejemplos de románico porticado en la frontera del Duero: San Martín y San Ginés. La iglesia de San Martín, declarada Bien de Interés Cultural en 1980, es una obra maestra del románico que, junto con San Ginés, invita a los visitantes a contemplar la belleza de la arquitectura medieval en su máxima expresión.