Una de las características más especiales de la Ruta del Vino Ribera del Duero es el movimiento asociativo con el que cuenta la zona. La mayor parte de los pueblos que componen el territorio han desarrollado diferentes entidades dentro de los municipios que les permiten apoyar el crecimiento cultural en el medio rural.
Durante el verano, con más fuerza en el mes de agosto, estas asociaciones organizan actividades, ciclos de conciertos, talleres, concursos, catas… Se convierten en un factor clave a la hora de dinamizar el entorno y de atraer visitantes a sus pueblos.
Ya sea por la organización de un verano cultural, de un festival o de actividades sueltas, las asociaciones han conseguido crear un programa en red que nos invita, durante estos meses de verano, a disfrutar de la Rubera del Duero de una forma totalmente diferente.
Agosto, el mes más festivo
La mayor parte de las fiestas en España se celebran durante los meses estivales, teniendo una concentración especial, durante el mes de agosto. Las razones que explican este hecho son diversas y tiene que ver con factores históricos, culturales y, por supuesto, climáticos.
No es casualidad que la mayor parte de los pueblos que componen la Ruta del Vino Ribera del Duero cuenten durante estos días con la celebración de sus fiestas patronales. Localidades como Peñafiel y Roa de Duero viven sus festividades en los días centrales de agosto.
En primer lugar, tenemos que agradecer al ardiente sol ibérico por esta fiebre festiva. Agosto, con su clima cálido y soleado, es un momento perfecto para organizar fiestas al aire libre, sabiendo que, seguramente, no caerá una gota de lluvia que pueda estropearlo. La climatología, hasta el momento, ha sido clave para aprovechar los días y las noches y poder disfrutar de todo tipo de actuaciones, aunque todos sabemos que, en la Ribera del Duero, las noches de chaquetilla, siempre han sido bastante normales.
Pero eso no es todo, agosto tiene un as bajo la manga en forma de vacaciones. Es el mes en el que muchos españoles toman sus ansiadas vacaciones estivales, lo que significa que las ciudades se vacían, en muchas ocasiones, con destino a los pueblos. De repente, los municipios más pequeños llenan sus calles de risas y se convierten en espacios más bulliciosos.
No podemos obviar, que, antiguamente, agosto era un mes de relativo descanso para el campo. Tras la recogida de las cosechas de cereal y con la espera de la llegada de la vendimia, los habitantes de nuestros pueblos tenían el momento perfecto para celebrar y festejar.
Esta cuestión agrícola, sumada a que agosto alberga algunas de las festividades religiosas más importantes de España, como la Asunción de la Virgen María el 15, brinda a los municipios la oportunidad de celebrar con procesiones, misas y, por supuesto, fiestas populares que fusionan tradiciones religiosas y diversión desenfrenada.
Los primeros veranos culturales
Las fiestas ya estaban servidas desde hace años. Las celebraciones en los pueblos suponían un momento perfecto para traer de vuelta, durante unos días, a quiénes habían emigrado años atrás. Sin embargo, a pesar de estas festividades, los pueblos no contaban con una programación más cultural que acercase hasta las pequeñas localidades ribereñas, un ocio que, por aquellos años, se consideraba más propio de las ciudades.
Las ganas de cambio llegaron en los años 80 con las inquietudes de quiénes querían que sus municipios no fueran un simple lugar de vacaciones para los visitantes que se vaciaba con la última nota de la verbena de las fiestas.
Surgió entonces uno de los primeros veranos culturales que nacieron en la zona y que demostró que, con ganas y trabajo, los pueblos más pequeños pueden convertirse en el espacio perfecto para todo tipo de actuaciones.
Puede que el Verano Cultural más mítico en la Ruta del Vino Ribera del Duero sea el de Milagros (Burgos). Este pueblo de algo más de 400 habitantes lleva casi cuatro décadas generando una interesante programación que se alarga a través de todo agosto y que ha llevado hasta las calles del municipio nombres como Amaral, María Dolores Pradera, Ismael Serrano o Leo Harlem.
Milagros ha cumplido este año su trigésimo sexto verano cultural y lo ha hecho rememorando una de las actuaciones más icónicas de su historia, el concierto de los Celtas Cortos. La celebración del primero de los conciertos supuso un importante revulsivo para este pueblo y marcó un antes y un después en la celebración de eventos en la zona. El grupo vallisoletano se convirtió en un símbolo para los habitantes, mostrando el camino para potenciar la apuesta por las actuaciones culturales en el entorno rural.
Actualmente, son muchos los municipios de menos de 1.000 habitantes que cuentan con actividades culturales que ayudan a revitalizar la vida rural durante su celebración. El aumento de la población y la atracción de personas de otros lugares genera riqueza económica y fomenta el intercambio de ideas y cultura.
En nuestra agenda se pueden ver las actividades que se están realizando este año en sitios como Gumiel de Mercado, Caleruega, Tubilla del Lago, Adrada de Haza, Tórtoles de Esgueva, Quemada, Zazuar,Nava de Roa, Hoyales, Villalba de Duero, Valdeande, Peñaranda de Duero, Fuentelcésped, La Aguilera o Moradillo de Roa.
Actuaciones en la memoria
El paso del tiempo ha dejado grandes actuaciones en nuestra retina. A pesar de que estamos hablando de las actividades que se hacen en pueblos que tienen unos cuantos cientos de habitantes, no tienen nada que envidiar a muchos de los espectáculos que pueden verse en las grandes ciudades.
Teatro, danza, música, comedia… por la Ribera del Duero han pasado grandes nombres como el grupo de teatro Yllana, Fetén, Fetén, Mayalde, Leo Harlem, Siloé, Los Gandules… Artistas de primera línea que han llenado los pequeños escenarios de los pueblos ribereños.
El asociacionismo como receta
Aunque los ayuntamientos son clave para la creación de oportunidades en las zonas rurales, las asociaciones se han convertido en una llave indispensable para la dinamización cultural en los pueblos. Sin ellas, sería imposible poder mantener los veranos repletos de actividades a los que ya nos hemos acostumbrado.
Gracias a estas agrupaciones de personas, los pueblos se revitalizan, siguen atrayendo a las personas que una vez tuvieron que emigrar y enganchan a las nuevas generaciones. Además, muchas personas ajenas se acercan hasta los municipios de la Ruta del Vino Ribera del Duero y descubren el entorno de una forma totalmente diferente. Este es el caso de actividades como la Noche de las Velas de Peñaranda de Duero que aportan al desarrollo cultural de este pueblo un componente turístico que aumenta las visitas a la zona en los días de su realización.
Te recordamos que puedes descubrir todas las actividades culturales de los pueblos ribereños en nuestra agenda.